lunes, noviembre 20, 2023

Tairas y Minamotos (1): Masakado el masacrado

Masakado el masacrado
La Hogen no Ran y el Alzamiento Heiji
Taira Kiyomori
El principio del fin
Minamoto Yoshitsune y la Guerra Gempei


En algún otro momento en este blog os he hablado de los emperadores enclaustrados japoneses. Este tiempo, que se desarrolló en el siglo XI de nuestra era, fue fundamental para la generación del sistema feudal japonés, caracterizado por la prevalencia de los shogun y sus samuráis o, con mayor precisión, de las grandes familias feudales. Como ya os he explicado, el emperador enclaustrado, en realidad, pretendía muchas veces seguir siendo el emperador que mandase, aunque formalmente no contase con el apoyo de la Corte. Por eso necesitaba hombres armados que le sirviesen de aval; y esos hombres sólo podían proceder de las grandes familias feudales. En gran medida, la Historia de eso que podríamos llamar la Alta Edad media japonesa es la Historia del choque entre familias rivales, delante de las barbas del emperador de turno.

La Historia de Japón en la segunda mitad del siglo XII, que es el centro de nuestras notas, es, de hecho, la Historia del enfrentamiento entre dos grandes familias de espadones: los Taira y los Minamoto. Ambos clanes lucharon a muerte durante años hasta que, en el año 1185, el clan Taira fue destruido y, de hecho, sus patrimonios fueron confiscados.

Siglos antes, la administración imperial japonesa había hecho esfuerzos, varias veces, por construir un esquema de propiedad rural equilibrado; por construir, se podría decir de forma bastante exagerada, una clase media. Sin embargo, el hecho de que los Estados, en todos los rincones del mundo y en esa época, eran todavía Estados imperfectos, no totalmente capaces, acabó por provocar la eclosión de un sistema de poder feudal en el que algunas familias consiguieron convertirse en latifundistas.

Los clanes guerreros y feudales, originalmente, servían a los Fujiwara, es decir, a la familia de altos funcionarios y regentes que, como hemos visto al hablar de los emperadores enclaustrados, monopolizó los puestos al lado de los emperadores y, de hecho, casó a sus hijas con los miembros de la familia imperial para así acabar haciendo emperadores a sus propios descendientes.

La familia Minamoto tampoco carecía de galones aristocráticos. Sus miembros descendían del emperador Seiwa, que lo había sido entre los años 858 y 876. No eran de sangre real, sin embargo, porque el denominado Código Taiho, que tuvo que lidiar con la inflación de herederos de sangre real, dictaminó que cuando una rama imperial llegare a su sexta generación sin reinar, debía perder su condición imperial y recibir títulos nobiliarios normales.

La familia Minamoto, en todo caso, se había completado con las décadas, y había incluido miembros que descendían de los emperadores Saga y Koko. Así, los Genji (pues Genji significa miembro de la familia Minamoto) podían ser, por ejemplo, Saga Genji o Koko Genji. En realidad, la familia tenía como una docena de ramales; pero los Seiwa Genji eran, de lejos, los más poderosos. Descendían de Tsunemoto, nieto del emperador Seiwa, que había hecho carrera en la Corte y había legado sus contactos a sus hijos, de entre los cuales el que más medró fue Mitsunaka, un hombre que fue muy apreciado por los Fujiwara. En el año 968, Minamoto Mitsunaka daría un ejemplo especialmente claro de fidelidad a sus jefes Fujiwara cuando denunció a un pariente suyo, Takaaki, por estar complotando contra los Fujiwara, en lo que se conoce como la Conspiración de Anna (Anna no porque una de las conspiradoras fuese catalana, sino porque es el nombre del año 968). Mitsunaka tuvo tres hijos: Yorimitsu, Yorichika y Yorinobu. El primero y el tercero se convirtieron en los guardaespaldas y espadones de Michinaga Fujiwara, uno de los hombres más poderosos de la Historia del Japón y de quien ya hemos hablado. Yorimitsu, por su parte, casó a una de sus hijas con un Fujiwara.

Los Genji ganaron terreno y posesiones sobre todo en el centro del país, mientras que los Taira, también conocidos como los Heiji, lo hacían en el este.

Las credenciales de los Taira eran parecidas a las de los Minamoto. Descendían del emperador Kammu, normalmente conocido como Takamochi. En el 824, Takamochi había sido despojado de su condición imperial, y había recibido el nombre Taira, además de recibir el gobierno de la provincia de Kazusa. Este Takamochi tuvo cinco hijos, ninguno de los cuales, a diferencia de los Minamoto, se trasladó a la Corte. El benjamín de esta familia, Taira Yoshimochi, tuvo doce hijos, de los cuales uno fue Masakado, que la liaría leoparda en el 935, cuando fue a la Corte a que le nombraran algo y, como no fue así, se alzó en armas, reclamando incluso ser reconocido de sangre imperial. Quizás para evitar más movidas, lo cierto es que en la Corte también se comenzó a aceptar la presencia de los Taira, normalmente como espadones.

En efecto, los problemas para el poder central imperial relacionados con las grandes familias guerreras y nobles comenzaron al principio del siglo X, con la rebelión de Taira Masakado (935). Para entonces, los gobernadores provinciales estaban ya básicamente establecidos, ya no tanto como representantes del poder imperial sino como señores de vidas y haciendas en sus territorios. Masakado había comenzado en el 930 a atacar a sus tíos y otros parientes Taira (era bastante frecuente que estas rebeliones comenzasen así). En el curso de estos enfrentamientos, Masakado se reveló con un auténtico killer. Se llevó por delante a Taira Kunika, así como a los tres hijos de Minamoto Mamoru, que se dice pronto. De hecho, Taira Masakado atacó a Mamoru en su propio Estado, la muy electrónica provincia de Hitachi (así pues, sí: los aparatos Hitachi es como si en España vendiésemos aparatos de música marca Soria). Mamoru decidió llegarse a Kioto y denunciar a Masakado por cachoburro.

Masakado fue llamado a la Corte para responder por sus mierdas; pero, en una casualidad que yo, la verdad, nunca he considerado como tal, su juicio vino a coincidir con la mayoría de edad del emperador Suzaku, por lo que se procedió a conceder una amnistía de la que se benefició (ah, las amnistías...). Nada más regresar a sus provincias, sin embargo, Masakado fue atacado por un tío suyo, Yoshikane; como podéis ver, pues, los Taira se llevaban como Junts y  ERC, más o menos. Al parecer, Yoshikane había alquilado su espada a un Fujiwara local, Haruaki, quien, según las crónicas, era un peneuvista de la hostia que se apiolaba los impuestos de los agricultores en lugar de enviarlos a Kioto. Así las cosas, Haruaki fue declarado fuera de la ley y Masakado se fue a por él (ya por su tío Yoshikane). Masakado, sin embargo, por alguna razón, pasta supongo, decidió aliarse con Fujiwara Haruaki, por lo que de Kioto le enviaron una tropa a prenderlo, que fue derrotada por los nuevos aliados.

Engallado por esta victoria, Masakado decidió tratar de extender su dominio por las provincias orientales de la isla de Japón. Para ello se puso de acuerdo con un miembro de la familia real, el príncipe Okiyo, que a la sazón curraba de gobernador en Musashi. Masakado consideraba que, como descendiente de tercera generación del emperador Kammu, todavía era de sangre real; por ello, su propósito era construir su propio imperio en las provincias del este, para luego hacerse con todo el país. Tras atacar con éxito la provincia de Shimotsuke, se proclamó emperador.

En Kioto, el regente, Fujiwara Tadahira, declaró a Masakado un fuera de la ley. Al principio lucharon contra él, pero cuando vieron que no podían, decidieron sobornar a algunos de los suyos. En abril del 940, el emperador decretó privilegios sustanciosos y nuevos para tres aliados de Masakado: Taira Sadamori, gobernador de Hitachi, Minamoto Tsunemoto, vicegobernador de Musashi, y Fujiwara Hidesato, condestable de Shimotsuke. En una inmediata relación causa-efecto, Masakado y Okiyo fueron vencidos en el campo de batalla, perseguidos y finalmente asesinados.

Los Minamoto permanecieron bastante tranquilos durante décadas, hasta que llegamos a Yoriyoshi, que era el hijo de Yorinobu, uno de los favoritos de Michinaga; así como el hijo de Yoriyoshi, Yoshiiye. La cosa es que los Minamoto eran conscientes de que, como os he dicho, su presencia en el este del país era poco menos que testimonial, porque ahí mandaban los Taira. Sin embargo, cuando el gobernador de Kazusa, Taratsune, se rebeló contra el emperador y Yoriyoshi fue enviado a sofocarlo, se les abrió la oportunidad de abrir sucursal en aquellos territorios, y decidieron aprovecharla. Después Yoriyoshi incrementó su presencia en el norte de la isla, también un feudo Taira, durante lo que se conoce como La Guerra de los Primeros Nueve Años y La Guerra de los Tres Años Posteriores, que pronto veremos.

Algunas décadas después de lo de Masakado, en el año 1028, Japón volvió a estremecerse con una revuelta que hubo de ser sofocada por los espadones de la familia Minamoto. Esta revuelta estuvo dirigida por Tadatsune, un miembro de los Taira que descendía del príncipe Takamochi. Los Taira de por la parte de Takamoshi eran los virreyes de facto de las provincias de Kazusa y Shimosa. Se extendieron por la provincia de Chiba, vecina, donde Tagatsune adquirió puestos de poder. Deseando ampliar sus solares, en el año 1028 levantó un ejército con el que atacó diversas poblaciones de Kazusa y de la provincia también vecina de Awa.

La Corte de Kioto, cuando se enteró, llamó a Minamoto Yorinobu y lo nombró generalísimo del ejército que debía responder a la rebelión; aunque Yorinobu no pudo ponerse al frente de las tropas, que fueron entregadas a un mando doble, el de Taira Naokata y Nakahara Narimichi. A pesar de estas medidas, en la primavera del año 1030, el gobernador de Awa hubo de huir y Naokata fue convocado de nuevo a la Corte.

Conscientes de que para resolver aquello hacía falta la resolutividad de un MInamoto, la Corte volvió a presionar a Yorinobu. El movimiento tenía su razón de ser. El prestigio de aquel hombre era tan grande que ni siquiera hizo falta guerra: Tadatsune se presentó en su tienda y ofreció su rendición incondicional. Aquella rendición fue el obvio resultado de un cálculo, puesto que Tadatsune fue perdonado y, de hecho, sus descendientes llegarían a ser una familia noble muy importante en el Japón.

Lo realmente importante es que la resolución sin luchar de la rebelión de Tadatsune elevó a los cielos el prestigio de Yorinobu, que habría de heredar su hijo Yoriyoshi y aun el hijo de éste, Yoshiiye.

Los Minamoto, sin embargo, tenían que ganarse el sueldo. Aquel Japón, en el que surgía el poder feudal cada vez con más fuerza, era un auténtico polvorín, y ellos eran los supuestos responsables de garantizar el orden. En el norte, en la provincia de Mutsu (en el actual departamento de Tohoku, muy cerquita de la tristemente célebre prefectura de Fukushima) había un gobernador civil y un gobernador militar, por así decirlo; el segundo de los cargos debía su existencia a la necesidad periódica de actuar militarmente contra los ainu locales. El gobernador militar de Mutsu pertenecía a la familia Abe, concretamente Abe Yokitori (Yokitori, no Yakitori; o sea, el tío no se apellidaba Brocheta de Pollo, os pongáis como os pongáis), quien al parecer miraba por sí mismo, por ejemplo imponiendo impuestos propios, cosa que legalmente no podía hacer (no era un japonés foral, pues). La Corte de Kioto, noticiosa del problema, cesó a Yokitori y, consciente de que lo del doble cargo era una ful, nombró a alguien para ocupar los dos puestos a la vez. Ese alguien fue Minamoto Yoriyoshi. Se le dieron órdenes de multiplicar a Yokitori por cero.

La campaña contra la familia Abe es lo que la historiografía japonesa conoce como la primera o temprana guerra de los nueve años. Minamoto Yoriyoshi se llevó a su hijo Minamoto Yoshiiye, que entonces apenas tenía quince años pero ya daba más miedo que Fernando Alonso en un concurso de cuellos. Atacaron, pero Yokitori, noticioso de que se avecinaba una amnistía, decidió negociar. Sin embargo, Yoriyoshi volvió a atacarlo. En el 1057 las tropas imperiales cantaron bingo, pues consiguieron cargarse a Yokitori; sin embargo, su hijo, Abe Sadato, decidió continuar la resistencia. A finales de año, Sadato localizó a Yoriyoshi y lo persiguió en medio de una gran nevada. El Minamoto, sin embargo, logró escapar y, meses después, recibió refuerzos con los que pudo presionar a su enemigo y empujarlo a refugiarse en las riberas del río Kuriyagawa. Tras una lucha numantina, Sadato se rindió en el 1062.

1 comentario:

  1. Empezando otra serie.Voy lento y con orden, aunque volveré a coger retraso con el fin de las vacaciones. Esto me recuerda algo que ya he comentado pero que no se ha podido resolver.
    El acceso al blog colega Asia, Buda y rollitos de primavera, o al menos conseguir la entrada sobre los ríos japoneses.

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